Bostezos contagiosos
Si alguien está cerca de usted y bosteza, ¿usted también 'abre' la boca? Seguramente sí, porque más de la mitad de los adultos se 'contagia' tanto con los bostezos, como con la gripe. Sin embargo, y gracias a un nuevo estudio, se sabe que en los niños y niñas este fenómeno no se produce hasta los cuatro años y es menos frecuente en los pequeños con autismo. Deborah Fein, de la Universidad de Connecticut (EEUU) y una de las autoras del ensayo explica a ELMUNDO.es que "hasta ahora no se conocía la edad de inicio de este fenómeno. Pensábamos que podría surgir en el primer año de vida, y nos sorprendió mucho que fuera tan tarde. Tal vez este proceso como otros (contagios de lloros o risas) podrían ser buenos marcadores de la sensibilidad a las emociones de otros. Y la carencia de ellos podría ser un signo a añadir a la lista creciente de 'señales' precoces del autismo".
El misterio del contagio del bostezo ha sido durante décadas, y sigue siendo, un tema de interés para la ciencia, que todavía hoy sigue sin aclarar todos los interrogantes que le rodean. "Por contagio se entiende la tendencia a que un comportamiento particular se extienda a un grupo, como si fuera una reacción en cadena. Por ejemplo, los bebés que están en los 'nidos' de los hospitales comienzan a llorar cuando escuchan a otros bebés sollozar... De la misma forma, ver a otra persona bostezando, la lectura de la palabra bostezo o, incluso, escucharla puede provocar que entre el 40% y el 60% de los adultos 'abran la boca' cuando se exponen a estos estímulos en condiciones experimentales", explican los autores.
Defienden en el último 'Child Development' que "estas formas de comportamiento contagioso pueden reflejar la facilidad emocional del contagio, y su estudio ofrece una oportunidad para encontrar las raíces de los comportamientos sociales automatizados que potencialmente sientan las bases para el desarrollo de la empatía".
Con el fin de determinar en qué etapa del desarrollo social surge el contagio del bostezo, los investigadores analizaron a 120 niños de uno a seis años. El fenómeno también se estudió en 28 menores de seis a 15 años con Trastornos del Espectro Autista.
Los participantes, de forma individual, se reunieron con uno de los autores del estudio en una sala tranquila. Una vez allí, este narraba cuentos durante aproximadamente 12 minutos. Durante los dos primeros, el investigador no bostezaba, sin embargo en los últimos diez, sí abría la boca en cuatro ocasiones. Las sesiones fueron grabadas en vídeo. "Decidimos que los bostezos contagiosos fueran los que se producían en los 90 segundos posteriores al bostezo del adulto", aclaran los autores.
Pese a que los bebés comienzan a bostezar de manera espontánea desde que están en el útero, "en el estudio la mayoría de los niños no mostró signos de contagio hasta que tuvieron cuatro años", agrega la doctora Fein. Los datos revelan también que aquéllos con autismo eran menos propensos a emular las bocanadas que los niños de la misma edad pero con desarrollo normal. "Dado que el bostezo contagioso puede ser un signo de empatía, el estudio sugiere que ésta se desarrolla lentamente durante los primeros años de vida, y que los niños con autismo pueden pasar por alto las señales sutiles que las unen emocionalmente a los demás ", según los investigadores.
Este estudio puede servir de "orientación para que los profesionales que trabajan con niños se centren más en tales señales", sugieren. "El inicio tan temprano de la aparición del bostezo espontáneo (a finales del trimestre del embarazo) contrasta con el desarrollo tan tardío del contagio del mismo... Se necesitan más investigaciones que ayuden a establecer si este fenómeno es único o si otros comportamientos de imitación también se inician a los cuatros años", concluye la investigadora estadounidense.