sábado, 24 de abril de 2010

FIEBRE

El síndrome febril, caracterizado por aumento de la temperatura corporal y la aceleración de la frecuencia cardiaca y respiratoria, forma parte de la respuesta defensiva del organismo y es un síntoma muy característico de las enfermedades infecciosas.

Sin embargo, no es exclusivo de ellas y también puede aparecer en enfermedades inflamatorias generalizadas, como algunos reumatismos de los niños; y en el caso de los bebés, no es nada raro que la deshidratación y el exceso de abrigo causen un aumento de temperatura.

A la inversa, también es posible que una infección grave no dé fiebre, precisamente en los recién nacidos y en organismos muy debilitados incapaces de reaccionar contra los microbios. Durante las primeras semanas, la ausencia de fiebre no excluye una infección, que puede manifestarse por signos más sutiles, como palidez, somnolencia y rechazo del alimento.


Temperatura normal


La temperatura corporal fluctúa ligeramente según la actividad física y la hora del día, siendo siempre más alta al atardecer, aunque esta variación es menos acentuada en los bebés y niños. La edad también influye, y en promedio, los niños tienen algunas décimas más que los adultos.

La temperatura rectal es aproximadamente medio grado más alta que la axilar y puede aumentar hasta un grado más si el niño está llorando. A efectos prácticos, puede considerarse que existe fiebre cuando la temperatura es superior a 37 grados en la axila o a 37,5 grados en el recto.


Determinación de la temperatura


- Si el bebé parece estar bien, no es necesario ni recomendable comprobar su temperatura de forma rutinaria.

Fiebre
- La temperatura de la piel puede hacer sospechar que un niño tenga fiebre, pero para afirmarlo con certeza es preciso utilizar el termómetro.

- El recto y la axila son los lugares en los que se suele tomar la temperatura del bebé. Determinarla en el recto es más rápido y exacto, pero se corre el riesgo de lesionarlo si, por error o con un movimiento brusco del niño, el termómetro se introduce demasiado. Este peligro desaparece si se emplean termómetros especialmente diseñados para tomar la temperatura rectal en los bebés, con un tope que impide una introducción accidental excesiva.

- Para ponerlo en la axila, lo más cómodo es sentar al niño de espaldas sobre la falda rodeándole con un brazo, colocarle el termómetro y sujetarle el brazo en cabestrillo con la mano libre. Conviene asegurarse de que la punta del termómetro quede realmente en el hueco de la axila y no se salga por el otro lado.

- Para ponerlo en el recto, se coloca al niño boca abajo, separando las nalgas con dos dedos de una mano, y se introduce con la otra la punta del termómetro previamente lubricado con vaselina o aceite, orientada hacia el ombligo. No es recomendable emplear termómetros normales en el recto, pero en todo caso, durante el primer año no deben entrar más de un centímetro y medio.

- En la axila, un termómetro de mercurio convencional debe mantenerse de 3 a 5 minutos y en el recto, de 2 a 3.

- Los termómetros digitales compensan con su resistencia el coste de las pilas, se leen sin ninguna dificultad y muchos modelos avisan cuando ya han medido la temperatura, abreviando el proceso.

- A pesar de su espectacular rapidez, los nuevos termómetros que toman la temperatura en el oído no gustan demasiado a los pediatras, que siempre prefieren saber la axilar o rectal. De todas formas, dado el tamaño del cabezal de lectura, tampoco pueden emplearse en menores de seis meses.


Actitud ante la fiebre


Fiebre
Decidir si un niño con fiebre debe ser atendido urgentemente por el pediatra, no depende tanto de su temperatura como de su estado general y de la existencia de otros signos alarmantes o, por el contrario, tranquilizantes, como por ejemplo la presencia de signos evidentes de resfriado. Sin embargo, durante los dos primeros meses de vida, la fiebre es siempre motivo de consulta urgente aunque el aspecto del bebé no sea preocupante, pues puede ser la primera manifestación de una enfermedad infecciosa que a esa edad se puede agravar en algunas ocasiones con gran rapidez.

Un niño con fiebre no debe cansarse, pero si va en brazos y convenientemente abrigado, no hay el menor problema en sacarle de casa para llevarle a la consulta del pediatra o al hospital, donde además, siempre se le podrá valorar mejor que en su domicilio. Esto es especialmente cierto en el caso de los bebés con fiebre, en los que suele ser necesario efectuar análisis o pruebas diagnósticas.

Además de tratar su causa, el pediatra recetará un antitérmico, habitualmente paracetamol en gotas, para evitar las molestias que la fiebre ocasiona. Se puede administrar directamente con el cuentagotas o diluyéndolo en una cucharita con un poco de agua.

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