La dieta sana eleva la inteligencia de los niños
- Los bebés que toman frutas y verduras tienen mayor coeficiente intelectual
- Los 'alimentos adultos', comidas preparadas y 'snacks' no tienen este efecto positivo
Una mujer palestina compra fruta en un mercado. (Foto: REUTERS)
MADRID.- ¿Tiene usted un bebé? ¿A su hija o hijo le toca abandonar la época de la lactancia y comenzar a introducir en su dieta alimentos sólidos? Pues lea atentamente este artículo. Por primera vez, un estudio desvela cuáles son los productos que, ingeridos de pequeño, pueden influir en el desarrollo de la inteligencia durante la infancia.
"En los países desarrollados, las investigaciones llevadas a cabo sobre dieta en la primera infancia y desarrollo cognitivo y neurofisiológico posteriores han estado centradas casi exclusivamente en el tipo de leche recibida. Muchos de estos trabajos han constatado que los bebés alimentados con la de la madre obtienen mejores puntuaciones en los test de función cognitiva, pero en una buena parte de ellos no se han tenido en cuenta ciertos factores, como la inteligencia de la madre, que pueden alterar los resultados", defienden los autores del trabajo, liderados por Chatarine Gale, de la Universidad de Southampton (Reino Unido).
Otros "estudios también han relacionado la exposición prenatal a los ácidos grasos Omega-3, a través de la vía materna, con un posterior mejor desarrollo neurocognitivo, pero sus resultados son inconcluyentes", insisten los investigadores en el último 'The Journal of Child Psychology and Psychiatry'.
Pero ninguno ha examinado los efectos que tiene la alimentación seguida por los bebés cuando se inician en el consumo de productos sólidos en su desarrollo cerebral. "Hemos analizado las consecuencias de la nutrición cuando los niños cumplen los cuatro años, pero controlando otros factores que pueden influir en su inteligencia, como el coeficiente intelectual de la madre, la clase social, la educación, la calidad del ambiente vivido en el hogar y otros posibles valores que pueden alterar los resultados", comenta a elmundo.es la directora del trabajo.
Tal y como anuncian los científicos británicos, contaron con la participación de 241 menores de cuatro años, junto a sus madres, seleccionadas del 'Estudio de Mujeres de Southampton'. Iniciado en 1998, con féminas de 20 a 34 años que no estaban embarazas en ese momento, este trabajo tiene como fin identificar las influencias maternas en el desarrollo fetal, así como los factores ambientales que pueden determinar el crecimiento, el desarrollo cerebral y la salud de los menores nacidos.
La investigación
Un grupo de enfermeras visitó a las madres y a sus bebés cuando tenían seis y 12 meses de edad. A todas se las realizó un cuestionario sobre el tipo de dieta seguida por sus hijos. Las dietas se dividieron en dos grupos. Una primera en la que se incluía la elevada frecuencia del consumo de frutas, vegetales, pescado, comidas caseras y un bajo consumo en productos preparados [potitos] y leche pasteurizada. "Todos estos alimentos forman parte de las recomendaciones realizadas en 2006 para lactantes por el Departamento de Salud británico, lo que conocemos como 'patrón de guía infantil", aclaran los investigadores.
El segundo tipo de dieta se caracterizaba por los considerados 'alimentos de adultos'. Es decir, una elevada ingesta de 'snacks', carne procesada, patatas fritas [chips] y naranjada.
Para poder determinar el desarrollo cognitivo de los infantes, un grupo de psicólogos llevó a cabo varios test de atención, habilidad sensomotora, memoria y lenguaje en los hogares de los pequeños cuando estos habían cumplido los cuatro años. Asimismo, se indagó sobre su atención visual, precisión motora y fluidez verbal.
"También valoramos los detalles sobre la educación de la madre, nivel inteligencia, número de hijos previos, ocupación laboral y ambiente reinante en el hogar", destaca la doctora Gale.
Los menores que cuando eran bebés "siguieron una dieta rica en frutas, verduras y comidas caseras puntuaron más alto en las pruebas de inteligencia y memoria que los alimentados con el segundo tipo de dieta", rezan las conclusiones del trabajo. En ellas se insiste, además, que estos "resultados fueron independientes de la inteligencia o educación materna, su clase social o el ambiente en el domicilio familiar, peso o edad gestacional del hijo al nacer ".
Más datos que apoyan las 'bondades' de seguir una dieta sana desde la primera infancia son los que hacen referencia a que los bebés que consumieron con "frecuencia galletas, 'snacks' o patatas fritas tenían un peor desarrollo cognitivo y neurofisiológico tal y como quedó demostrado en las pruebas de lenguaje", agregan los investigadores.
La directora del estudio es sincera al reconocer "que es posible que el eslabón que encontramos entre una dieta de alta calidad (la fruta, verduras y alimentos caseros) en la primera infancia y la inteligencia a la edad de 4 años no esté causado por la dieta, sino por otras variables que no hemos incluido en el trabajo como la inteligencia del padre". Pese a todo defiende que su estudio constata que "incluso en las poblaciones bien alimentadas, los patrones dietéticos en los primeros meses de vida tiene un efecto en el desarrollo cognitivo posterior".
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