Hospitalizar a los niños, ¿con padres o sin ellos?
(Foto: César Rangel | Agencia AP)
15 de junio de 2009.- Aunque la tendencia en el mundo es a disminuir la hospitalización de los niños, algunos precisan ser internados, bien para realizar estudios o exploraciones que permitan el diagnóstico o para realizar tratamientos y vigilancia que no pueden hacerse fuera del hospital.
Esta política de no hospitalización no sólo se realiza por motivos humanitarios, menor sufrimiento y estrés que cuando los niños son estudiados o tratados en sus casas, también porque el coste es mucho menor. En la actualidad no sólo se hospitaliza con menos frecuencia, también se hace durante menos tiempo. Los niños de cualquier edad lógicamente continúan siendo internados en los hospitales y ello tiene repercusión no sólo sobre la familia, también sobre estos pequeños pacientes. A menudo sufren tensión, miedo, estrés y problemas del sueño, que persisten después del alta hospitalaria, probablemente porque estos se sienten abandonados por las personas que les protegen, sus padres, abandono que ellos viven como definitivo, desconocen que esto es imposible.
Los padres sienten igualmente un gran miedo cuando no pueden estar permanentemente con sus hijos. La estructura familiar se resiente, porque durante la hospitalización no se sienten capaces de proteger afectivamente a sus hijos. La seguridad y el afecto de estos están en manos de otras personas. Estos efectos indeseables de la hospitalización, tanto en los niños como en sus padres, se amortigua con la posibilidad de que el padre o la madre puedan estar permanentemente con sus hijos. A pesar de que existen grandes ventajas de esta política de puertas abiertas, muchos hospitales continúan limitando las visitas, incluso la de los padres, a algunas horas de la mañana y/o de las tardes, basándose en falsas ventajas organizativas o preventivas de infecciones.
Las auténticas razones suelen ser el diseño arquitectónico inadecuado de las zonas de hospitalización infantil y la incomodidad, cuando no supuesta fiscalización que los padres ejercen, razones que justifican suficientemente a los administradores y al personal sanitario el rechazo a la permanencia de los padres las 24 horas del día. Estos inconvenientes suelen desaparecer cuando un familiar de los trabajadores de la casa necesita ser ingresado, especialmente cuando estos son influyentes, en cuyo caso desaparecen las limitaciones o prohibiciones a la permanencia constante de los padres con sus hijos.
Niños más tranquilos y confiados
Ver la cara protectora, sentir las caricias o el arrullo de su ser querido contribuye a la curación, incluso en la Unidad Cuidados Intensivos (UCI) pediátrica o al despertar de la anestesia o del coma. Estos niños necesitan menor medicación sedante, están más tranquilos y confiados, lloran y se excitan menos, haciendo que su sistema respiratorio, cardiocirculatorio y neurológico trabajen con menor tensión.
Permitir que los padres estén permanentemente en el hospital con sus hijos es más un problema de mentalidad que de instalaciones adecuadas. Incluso en las instituciones con poco espacio pueden habilitarse sillones para que uno de los padres permanezca constantemente con sus hijos. Ambos prefieren estar menos cómodos, incluso incómodos, a no estar, a desconocer qué sucede en la habitación o en la sala donde permanece hospitalizado su hijo. Los niños mayores, los que están en edad escolar y adolescente, necesitan sobre todo el contacto con sus amigos y compañeros del colegio. No existe ninguna razón sanitaria para impedir que los amigos de los hospitalizados visiten a los enfermos, excepto en las raras ocasiones en que uno de los dos tenga una enfermedad infecciosa en periodo de contagio. En los demás casos, el afecto, el cariño y la información del mundo exterior, del mundo real que le interesa al niño y adolescente hospitalizado, le llega tanto más de sus amigos y compañeros, que de sus padres. Batallemos para que los niños hospitalizados, pequeños o grandes, puedan ser visitados libremente por sus padres y amigos.
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